P.D. Ya sé que esto no es nada nuevo, pero conviene recordarlo.
P.D. Ya sé que esto no es nada nuevo, pero conviene recordarlo.
No sé dónde narices he dejado mi inspiración, pero llevo demasiado tiempo sin ella, algo le he hecho para que no vuelva, pero no sé exactamente el qué. He empezado a escribir entradas, pero nunca las he acabado, o me han parecido desastrosas… A los diez años mi imaginación no tenía casi límites, cuando cogía mi cuaderno no pensaba en lo que iba a escribir, sino que simplemente utilizaba un bolígrafo como nexo entre mi mente y el papel y dejaba fluir todo. Era inocente y despreocupado, muy libre. Ahora quizás el pasar tanto tiempo en casa ha hecho que me olvide de vivir, no aprecio muchas veces lo que tengo, lo que me rodea, dejo de sentir… y así es como creo que se ha ido apagando la llama que ardía en mi puño. Siempre deseo salir ahí afuera, a la naturaleza, viajar, vivir experiencias, explotar, necesito cambiar de aires, pues noto que vivo como un zombi, vivo por vivir, y creo que debería cambiarlo, la vida se vide en momentos, y necesito unos cuantos. No quiero ser uno más en la sociedad, a veces pienso que es aburrido formar parte de ella, me parece más interesante alejarme de tanto hormigón y perderme entre un bosque, o mismamente caminar entre desiertos, escuchar el azote de las olas del mar contra las rocas, o quedarme mirando una bandada de pájaros que se levantan en un equilibrado vuelo, creo que el ser humano a huido de la armonía de este mundo construyéndose uno propio. Si esto es lo que me espera, no quiero vivir siendo uno más, quiero explotar todo lo que me encuentre al máximo, sacar el mejor lado de las cosas, y no vivir, sino VIVIR.
Una de las cosas que más me agradaban era el olor que emanaba el bosque bajo esos atardeceres en los que la lluvia intentaba colarse en todos sus rincones. Mis pies se hundían en el barro cuando me paraba al lado de un árbol para pasar mi mano sobre su tronco húmedo. A veces buscaba cobijo debajo de algun sauce que tuviese su copa enorme, entonces intentaba secar mi pelo empapado de agua azotándolo con mis manos y tiraba de mi camiseta para despegarla de mi cuerpo siempre con ese sonido de succión que aún hoy me sigue pareciendo gracioso. El golpe del agua contra el suelo en días de tormenta era apaciguador, mi mejor tranquilizante para todas esas ocasiones en las que me apetecía hacer arder todo lo que me rodeaba.
1, 2, 3…La muerte pone en marcha su reloj con una inerte sonrisa, esperando cobrar su siguiente vida. Se alimenta del tiempo de las personas, cada segundo que roba es un instante más para ella, tritura las horas, la eternidad la mantiene impecable, solo tiene que hacer su trabajo de noche para vivir de día. Ladrona de corazones que ennegrece los relojes de pared, salpicando el mundo de vacío, enfrentándose al equilibrio de la vida, con la que combate desde siempre por la victoria del fin. El empate está claro, y aunque están destinadas a combatir para sobrevivir, también están destinadas a la eternidad si quieren persistir. La una sin la otra no tendría sentido. Muerte y vida se han enfrentado en un prodigioso duelo. En ocasiones se cruzan y combaten, creando caos con un simple roce. Las dos son tramposas y cada vez más despreocupadas, pues saben que el fin está cerca y que el odio existente entre ambas cesará, cesará para crear la unión de vida y muerte, nadie sabe que les deparará, al principio de este círculo vicioso temían lo que podría suceder cuando se abrazasen, pero cada vez lo ansían más y más. El hambre les empieza a aburrir y necesitan un suero constante, pero saben que no existe. No son las dueñas, son las mascotas de un amo común, solo un entretenimiento que empieza a no tener más sentido, no queda nada para que el juego termine. Y esta nada y este todo se mezclarán y vendrán a ser lo mismo. Hasta entonces dejémosles ser sin más. 4, 5, 6…
Se deslizaba con suma sutileza por las silenciosas calles, con su asfalto llano y al mismo tiempo perfecto para hacer del patinaje un arte en ese día de otoño tan solitario.
Las calles estaban vacías y las carreteras sin coche alguno que pudiese estropear cualquier intento de realizar una buena pirueta.
La gravedad le impulsó cuesta abajo a la vez que la velocidad le agarraba con fuerza de la cintura. El viento le golpeaba con fiereza en el rostro haciéndole sentir añoradas emociones mientra su melena se convertía en miles de salvajes látigos. Una sonrisa se dibujó en su cara, una sonrisa de felicidad, de libertad, de incertidumbre.
El final de la cuesta desembocaba en una larga calle que parecía no tener fin. Se dejó llevar un rato esperando que disminuyese la velocidad, y cuando volvió a pisar con fuerza para impulsarse descubrió una silueta al final de la calle que parecía vestir de blanco. Cuanto más se acercaba más nítida se hacía la figura de esa persona.
Era una mujer, de cabellos oscuros y tez pálida. Una estraña sensación le inundó por completo y cuando la miró sintió que los patines le quedaban grandes, era como si se sintiese más pequeño. Cuando se dispuso a pasar las manos pos su cabeza para comprobar que todo estaba en orden, él ya había dejado de deslizarse, ya estaba parado frente a la mujer, y al pasar sus manos por lo que conocía como su larga melena, descubrió que ya no era tan abundante.
La mujer le sonrió y extendiéndole una mano le entregó unos patines que él ya conocía, unos Boomerang cargados hasta arriba de recuerdos. Los cogió y tras quitarse los que ya llevaba se los probó, y para su sorpresa le iban a la perfección.
La mujer de blanco le tendió de nuevo la mano con la intención de que, el antes muchacho y ahora niño se la agarrase con fe. El niño ahora de apenas unos nueve años aceptó y se aferró a su mano. Una sensación de felicidad le recorrió de arriba abajo dejandose así guíar por aquella señora inmaculada.
Miró hacia atrás, observando lo que dejaba y feliz porque todo estaba bien, su viaje había sido increíble y no se arrepentía de nada. Sonriendo de nuevo miró a la mujer y asintió con la cabeza.
Acto seguido comenzaron a caminar desvaneciendose poco a poco la dama de blanco y aquel niño, ese que nunca había dejado de patinar.
"Nunca, nunca nunca, dejéis de patinar"
Repasé sus últimas frases aténtamente mientras mi estómago se encogía y mis puños se cerraban casi involuntariamente. Cogí aire con fuerza y lo expulsé poco a poco, intentando que sus palabras no se me clavasen con tanta fuerza. Me repetía a mi mismo una y otra vez que estaba siendo estúpido, que esa situación no me la había buscado, no había intentado llegar hasta ahí, para nada, había escogido otro camino para no terminar hablando de él, de ese idiota que lo único que hace es jugar para divertirse un rato y creerse un dios. Pero ella era impredecible, y nunca me había pasado antes con ninguna otra, por eso era especial. Pasé los dedos por el teclado buscando las palabras necesarias, pero solo conseguí descargar mi furia contra él para desahogarme, un poco más tranquilo contesté a lo que ella comentaba como si nada, sin darse cuenta que en mi corazón se estaba abriendo una pequeña herida, y que había empezado a sangrar...¿por qué? ¿ por ella? demasiado penoso, demasiado vulnerable, pero ya no podía parar, una droga es una droga, crea adicción, y eso es lo que era yo, un adicto, preso de sus palabras, de su rostro, ... Y me maldecía una y otra vez por haber empezado esto, así que me despedí de ella, no quería seguir con esto, al menos por hoy, cinco letras,un: "adiós" y desconecté. Me quedé mirando la pantalla, suspiré y me levanté, cogi la mochila y me perdí por los pasillos que tantas veces había cruzado.