viernes, 10 de julio de 2009

Malvista - 1ª parte

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Son dos gotas las que reflejan el alma de la muchacha, dos gotas a las que se les ha dado el nombre de lágrimas… por mucho que su corazón se despedace nunca conseguirá contemplar una de éstas. Impotencia, confusión, pero la cruda realidad estaba presente día a día, su vida no había acabado, pero las huellas que había dejado atrás ardían como el fuego, haciendo que los recuerdos ya fuesen buenos o malos, quedasen marcados a pesar del paso de los años.
Pasó su mano rozando la fría y silenciosa pared, y digo silenciosa dado que siempre se le podía hablar sin esperar respuesta, siempre se le podía golpear sin esperar respuesta, siempre iba a estar allí tan distante y expectante a la vez.
Apoyó su espalda contra la misma alzando su mirada hacia el oscuro y misterioso cielo de Salem, las estrellas vibraban con fuerza, lo que significaba que esa noche habría caza. Se internó en el bosque sin rumbo, respiró hondo absorbiendo todo cuanto le permitían los pulmones, y de esa manera conseguía entrar a formar parte de la naturaleza, ser uno con ella.
Los estallidos comenzaron a oírse al mismo tiempo que cruzaba el puente hacia el cementerio, ya había dejado atrás el bosque, y el pueblo entero parecía estar sediento de sangre, aceleró el paso temerosa, no del pueblo sino más bien de si misma, de lo que podía ser capaz de hacer.
Bianca se desgarró la túnica antes de abrir las puertas del cementerio y tomando un trozo de tela se recogió el pelo en una coleta, era una de las leyes de las malvistas la de recogerse el pelo antes de entrar en un sitio inseguro.
Recorriendo el sendero que cruzaba el cementerio de un extremo a otro por fin la encontró, la tumba que llevaba tiempo esperándola, la fría lápida que le pedía a gritos su liberación, se dejo caer junto a la misma, en la que se podía leer de manera clara y concisa:

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